miércoles, 8 de septiembre de 2010

La llave de tu nombre


Luciérnagas por las noches, encandilaron mi presencia, de esa puerta que se cierra y solo se abre con la llave de tu nombre. El pasado que vemos, ese que recordamos, al que elijó aferrarme dentro de esta calesita que sigue dando vueltas sin parar. Creímos que el mundo se detendría si dejábamos de amarnos, ya no lo hacíamos solo por nosotros, pero sin embargo el pasado es pasado y todo es igual, es que viajando uno se da cuenta que el camino es siempre el mismo pero la forma de transitarlo cambia a cada paso. Esos viejos espejos en los que quiero reflejar tu imagen se nubla de tantas otras figuras que hacen que no sepa muy bien que es lo que veo cuando creo que te veo. Las premoniciones de esta duda se preguntan que es lo que se hace cuando uno cree que se olvida y es el olvido quien se olvido de llegar a cenar. Y por cierto decir “ya no te amo” solo prolongo una despedida que elegiste antes de mentirme en la cara y pudrirme el corazón. La balanza cansada de pesar promesas rotas siempre juega a engañarme cuando digo ya no más para mí. A veces pasa que creemos que la vida es un sueño, y de repente esos ojos nos miran, así tan de frente, y podemos pasar horas mirando y dejando que simplemente nos miren, pero suena el despertador y tan de golpe como esas veces, esos ojos están mirando hacia otro lado. Y no lo entendemos, no lo entiendo, y esas horas que pasan tan de prisa ahora son largas, y esos ojos en los que nos encontrábamos ahora están cerrados. Son de otros a los creímos comprender, con los que pensamos compartir. Esos ojos que fueron testigos del amor que tenía para darte, esos ojos ya no están. Y aunque duela ver luciérnagas por las noches, que encandilan mi presencia, creo que es momento de cerrar esa puerta que se cierra y solo se abre con la llave de tu nombre.



Nada graba tan fijamente en nuestra memoria alguna cosa como el deseo de olvidarla

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